Cuentos de Los Lagos y Otros Rumbos

PICHI EPEW: EL BOTAS BRAVAS

EL BOTAS BRAVAS.

El Botas Bravas lleva siempre a su paso un lustroso par de botas de goma, de copa larga para las humedades del invierno y recortadas a la altura del tobillo para que aireen de buena gana en verano. Jamás se las quita por miedo o devoción, no lo sabe, pero no quiere romper con lo que ya ha empezado. El Botas Bravas sabe cantar en Alemán pero los que lo escuchan con atención dicen que sólo son garabatos y palabras enrevesadas o tal vez un alemán muy antiguo. Esto al Botas Bravas le produce mucho encono. El Botas Bravas habla bien de las mujeres aunque haya aprendido en las canciones de cantina que se portan mal. Esto al Botas Bravas le produce mucha pena. El Botas Bravas dice que puede dibujar cagando con el culo, hace árboles de buena estampa y decorados animalillos de la selva y hasta algunas veces deja su firma marrón reseca en las veredas. Dice que es un depurado arte combinando oportuna comida y un buen pulso. Esto al Botas Bravas le produce mucha Bonhomia. Cuenta que una vez lo  entrevistaron por la radio, que no  dijo nada pero todos le entendieron. Esto al  Botas Bravas le produce mucha alegría. El Botas Bravas no habla de frente, pero si lo hace cuando dice que el  verdadero milagro no es nacer, que el verdadero milagro es criarse y esto al Botas Bravas no le produce nada y enseguida se calla porque el milagro de seguir respirando puede terminarse en cualquier momento y entonces tampoco hay que abusar.

LETANÍA DE LOS BUEYES DE CATALDO.

Eran dos solemnes barcos que navegaban en las calles de mi pueblo
Lentos como amasijos de greda
Parsimoniosos como brote de manzanos
Rimbombantes como ritos.
Y sus cascos sonando en el Los Lagos antiguo.
Los bueyes de Cataldo dejaron sus sombras insignes
símbolos del bufido
Babeando….mojados…..granizados….llovidos
Flotando al compás de la garrocha
Entre los autos, entre los problemas
Y siempre tranqueando 
Buscando hilvanar más allá de nuestros ojos
Más aquí ahora y en estas horas.
Pomposos flameando sus cornamentas
Erguidos al yugo mortífero
Sendos panes de dulzura y fuerza
Titanes de piel hechos a imagen y semejanza
De nosotros mismos.
Detrás del silbido a punta de pezuña en el barro.
Entraron los siglos a pasos sigilosos
Sin darnos cuenta cambiaron de nombre las calles y las plazas
pero no más sigilosos que los bueyes de Cataldo
Dos soldados marchando vitoreados por nadie
De regreso de guerrear en el bosque o en el río.
De una mano nacen dos, de un cuerno nace un yugo
Dos bueyes invencibles en el resoplido
En el escarmiento de lo moderno
En la fina bisagra del ayer y hoy
¿Cómo le enseño a mi hijo de paciencia?
Si él no ha visto a los bueyes de Cataldo subir la cuesta de La Nevada
Ante el invierno….. el azote…….. la escarcha…. La picana
y la testuz doblegada ante el patíbulo del ripio

En las calles plomas y fatigadas de mi pueblo
Pasan ceremoniales dos lentos obispos de la nada.

EL PUENTE DE FIERRO DE LOS LAGOS
Javier Milanca

Persistiendo después del musgo
Volviendo con nuevas palabras sobre las primeras
Estaba ahí ese macizo trébol de fierro invierno
Incrustado en el lienzo salvaje del Collilelfu
Donde las aguas cambian de color, de moléculas más no de nombre
Se ha tejido de óxido y condecorado orgulloso
Con la greda roja del río

Allí pasó un trencito haciendo crujir su osamenta de niño viejo
Raudo al encuentro de la geografía
Cargado de almas y de leña
Certero las cordilleras de Riñihue
Allí volvieron de hacerse hembras
Las niñas después del sexo silvestre
Entre sus barrotes
Abiertos cundió el oro de los primeros besos
Allí escondieron sus alas los alados suicidas
En su vuelo furioso.
Allí se vivió la clandestinidad de los primeros cigarros.
Comenzó la hermandad a bautizarse de pisco y otros opios verdes
Por allí pasaron cantando tantos hombres su cansancio
Atravesaron las mujeres con su mosqueta y sus garbanzos
Allí pasaron, ellos dos amantes
Y saltaron al vacío como dos crucificados
Y comprendimos que a veces el amor es el mejor amigo de la muerte

Fábula sobre el metal y la madera
Levantado por carrilanos toscos y transparentes como piedras de río
Espejismo entre la niebla y la garúa
Pintado por el bello óleo del músculo obrero
Apuntando hacia el norte como una flecha
Intacto como esqueleto de elefante dormido

Nosotros cambiaremos de piel y de pupila
Otros signos dibujarán nuestros nombres
Y cuando ya ni quede nuestro polvo de las sombras que fuimos
Permanecerá esa telaraña de fierro
Repitiéndose a si misma
De tarde en tarde y sombra total contra el río
Pareciendo un tren espejo a imagen y semejanza
Con la persistencia de las cosas que duelen
Intacto al igual que un lucero
Frio y presente cual si fuera un beso de moribundo
Bello y eterno como el vestido de una madre

EL CEMENTERIO DEL FUEGO

(Javier Milanca – Valdivia)

A mi pueblo del sur: Los Lagos.

Ellos plantaron en la greda la sutil inercia de la muerte

Dejaron que el recodo sea memoria, que el cerro sea lápida atenta

Y que el río se convierta en lluvia los últimos suspiros del delirio

Y así fue que sobre el hueso y el cráneo aterido

Se desparramó el cemento ajeno

Y el paño verde de la maleza se cubrió con la telaraña de las casas.

Pero en  ciclo de lluvias lunares el fuego abraza las construcciones

hasta convertirlas en humo incierto

las lenguas rojas derriten en humo las maderas

las fotografías y las ventanas.

Es la venganza de los verdaderos hijos del arco iris

Que vuelven convertidos en seres crepitantes.

Nadie puede descifrar la premura de las llamas

en la incandescencia de la noche

Puede que de tanto incendio vuelva a reinar algún día

la soberana estirpe de las nalcas

Y los árboles vuelvan a entonar la canción de las ramas

Por sobre la pobreza de nuestros techos aplastados

Nosotros, no seremos más que el simple futuro de la nada.

Los Lagos: eres la flor de loto de un cementerio de antes

Convertido ahora en un molino de aspas tristes y humeantes

Tu razón de viejo eterno

Juguetea entre los astros de pies húmedos

Nosotros esperamos bajo las piedras mojadas

Que Pillán duerma la mona en el más allá

nos despierte en su averno

Y nos lance en la cara que toda eternidad comienza con la muerte

Y que a toda semilla también le precede la ceniza.